Es una historia narrada en primera persona por una mujer a su hija ausente. Se remonta a contarle su adolescencia y juventud en los años 20, su relación con las amigas. Su boda. El nacimiento de sus hijos...
Y lo que empieza pareciendo un relato relajado va in crescendo hacia la angustia y desesperación de una madre. Así como, son importantes e impactantes las explicaciones de lo que fueron viviendo y sintiendo en su pueblo, Curon. Una población italiana que está junto a la frontera suiza y austriaca. Por las circunstancias políticas que soportaron, y la sombra acechante de un proyecto de ingeniería.
Fue una zona que pasó de las manos de Mussolini a las de Hitler.
Primero cuando Mussolini tomó la zona del Tirol del Sur, donde vivían, les quitó sus tradiciones, su cultura, su idioma, su trabajo. Entonces hubieran podido huir, alejarse de esa situación insostenible, pero si lo hubieran hecho habrían ganado ellos. En esa época ella fue maestra clandestina para enseñar a los niños alemán, que estaba prohibido. Pues los idiomas de la zona, el italiano y el alemán, fueron un arma de odio lanzada por los dictadores.
Después, a finales de los años 30, llegó Hitler. Y aquella región se dividió: en los que se marcharán (los optanti) y los que se quedarán (los restanti). Convirtiéndose Curon en una población entre los camisas negras del duce y los nazis.
Sigue narrando los años convulsos, que vivieron con miedo, y donde no les quedó otra que malvivir. Además llegó la guerra. Y acabó. Pero cuando ya no tienes nada, la vida se agota. Las cicatrices están, pero ya no sangran.
Todo lo que cuenta la narradora fue calando poco a poco en mi interior. Sus sentimientos traspasan las páginas de la novela. Para rematar con una nota del autor en la que explica como llegó a escribir este relato, como investigó y se documentó, y como convirtió hechos reales en una historia intimista que le dejó huella. A él y a mi.
Algunas frases del libro:
“Si no os ocupáis de la política, la política se ocupará de vosotros.”
“Me volvía y contemplaba el pueblo, pequeñísimo allí en lo alto, y me invadían los mismos sentimientos que a Erich: que aquella era mi tierra, que nadie podría echarme jamás, que no podía quedarme mirando de brazos cruzados. Y sentía también que los fascistas eran unos malnacidos porque querían anegarnos, porque nos habían llevado a una guerra y porque me habían quitado a Bárbara. Y los nazis eran igual de malnacidos porque nos habían enfrentado unos contra otros y querían a nuestros hombres solo para convertirlos en carne de cañón.”
“Para salvaros, no basta con las palabras.”
Contracubierta o parte de la misma:
Cuando la guerra llega a la puerta de casa o se produce una inundación, la población huye. Al menos, eso es lo que hace la mayoría de la gente, pero no Trina, una mujer fuerte y obstinada. Las palabras son la única arma de esta maestra decidida; palabras elegidas con cuidado para escribir a su hija desaparecida, con la esperanza de que un día vuelva; palabras que cuentan el destino de una familia en tiempos convulsos; palabras para expresar la fidelidad a los ideales de juventud y a la resistencia.
Traducción de Montse Triviño
Título de la edición original: Resto qui
Cubierta: Anirut Thailand / Shutterastock
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