En una pequeña población del norte de Francia la vida de sus ciudadanos se ve alterada al aparecer el cadáver de una niña de 10 años, Belle. Creándose un clima misterioso, donde nadie es inocente y los culpables son a la vez víctimas. Es 1917, un año convulso a nivel internacional.
Hace referencias en
segundo plano a la Primera Guerra Mundial. Con frases que sugieren el gran
desastre y la masacre que aconteció. Entre líneas se respira el clima de
desolación, se intuye el paisaje gris bajo una banda sonora de cañonazos.
El policía que se ocupó
del caso de la niña hace un relato del mismo 20 años después. En su narración
va introduciendo personajes poco a poco, describiéndolos al detalle y con
profundidad, destacando el juez Mierck, el fiscal Destinat y el militar
Matziev, siendo también importantes algunos personajes secundarios, la maestra
Lisia Verhareine, la vagabunda Josephine. Así como ciertos lugares, la Fábrica
y el Palacio del fiscal. Configura un mapa de los hechos, divagando, yéndose
por las ramas en algunos momentos. Va escribiendo en cuadernos que no relee. Es
como mantener una conversación consigo mismo, como una confesión. Intercala
retratos. Es la imagen de su vida. Aunque parezca un barullo. Es una sucesión
de fragmentos. Necesita llegar a las raíces. Por eso rehace la historia,
rellena los huecos pero cree que no se lo inventa. Ahora es uno de los escasos
testigos. Lleva años tirando de los hilos, buscando respuestas. Por qué iba a
inventar. Desde que enviudó su vida ha sido un vacío.
La primera vez que leí a
Claudel fue con su libro “La nieta del señor Linh” (reseña aquí) una lectura de
las imprescindibles e inolvidables. También recomiendo sus películas como
director y guionista “Hace mucho que te quiero” y “Silencio de amor”. Ahora en
este libro he vuelto a encontrar personajes solitarios, atormentados. Adentrándose
en la complejidad del ser humano. Con un final sorprendente e inesperado.
Algunas frases del libro:
“El miedo surge cuando
descubrimos lo que hasta el día anterior creíamos ignorar.”
“Esa es la gran estupidez del ser humano, decirse siempre que hay tiempo, que podrá hacer esto o lo otro mañana, dentro de tres días, el año que viene, dos horas más tarde... Y luego todo se muere, y nos vemos siguiendo ataúdes, lo que no facilita la conversación.”
“Las cosas no son ni blancas ni negras, lo que reina es el gris. Los hombres, sus almas..., pasa lo mismo. Tú eres un alma gris, rematadamente gris, como todos nosotros...”
“La vida es curiosa. No avisa. Lo mezcla todo, sin dejarte elegir, de modo que a un instante de dicha le sucede otro de sangre, así, sin más”
Contracubierta o parte de la misma:
Diciembre 1917. En un
pequeño pueblo del norte de Francia, el cuerpo sin vida de una hermosa niña
aparece flotando en el canal. A la escena del crimen acuden, acompañados por el
incesante tronar de los cañones y el acre olor a pólvora de un frente que se
desgarra a escasos kilómetros, un policía, un juez instructor y un militar. En
este mundo provinciano, el asesinato de Belle suscita innumerables sospechas,
despierta viejos rencores y sacude un orden social que se tambalea. Todos los
indicios apuntan al fiscal Destinat, un rico aristócrata ya jubilado, pero el
juez designará como culpables a dos desertores apresados en las cercanías del
lugar del crimen. Sin embargo, la crónica de los hechos, escrita por el policía
veinte años después del suceso, invita al lector a descubrir una realidad
inesperada.
Traducción de José
Antonio Soriano