En
“Todos los veranos del mundo” la narración es en primera
persona, por Helena, quien ha regresado después de un tiempo a la
casa familiar de verano en un pequeño pueblo de los Pirineos.
Produciéndose el reencuentro con su madre y con sus hermanos, Xavier
y Silvia, y por tanto la complicación de retomar la convivencia
familiar, por el tiempo pasado y por la ausencia de su padre. El
motivo de volver es su próxima boda, que en realidad es un paso más
en su rutinaria vida en la que hace las cosas porque se supone que
hay que hacerlas.
Pero
su reencuentro será también con el pasado, con Marc, su mejor amigo
de la infancia, compañero de aventuras, con los recuerdos de los
veranos más felices, en aquel lugar que es otro mundo, otro tiempo,
otras sensaciones. Y es el único sitio donde Helena es ella misma.
La
trama me ha parecido sencilla y predecible, con el hilo principal
protagonizado por Helena, con su llegada al pueblo y la amabilidad y
buena disposición de los vecinos, la sensación de tranquilidad y de
que todo es muy adorable. Así como la evolución de su vida
convencional a reencontrarse con ella misma, recuperando las mejores
cosas.
Pero
también me he encontrado con momentos que me has resultado
deliciosos:
- En este rincón del mundo se encuentra una pequeña librería con un librero atípico que lo que desea es tener conversaciones.
- La fábrica de galletas de su familia.
- Los recuerdos sobre su padre.
- Las conversaciones con su sobrina.
- La complicidad con los hermanos (como el momento calcetines).
- La figura del señor Serra símil de Eduardo Mendoza.
- Las referencias a Wendy y su Peter Pan.
Y
es que entre la narración hay pequeños detalles de esos que llenan
y dan vida. Que producen nostalgia, porque hay instantes que te
recuerdan a momentos vividos y añorados. Y otros que sacan sonrisas
por el tono utilizado. Pero lo principal es que siempre está
presente el optimismo. Y sí, hay mensaje, por lo menos yo me he
quedado con que los sueños se pueden conseguir, que la vida da
segundas oportunidades, y que lo mejor es sentirse bien con uno mismo
y no tener miedo a los cambios.
Algunas frases del libro:
“En
aquellos días aprendimos a escuchar el lenguaje en el que hablaban
nuestras respectivas conciencias. Y nos sorprendió que no fuera tal
el abismo que distaba entre las dos cuando éramos capaces de
emocionarnos con la misma música.”
“Aprende a escuchar a tu corazón y déjate de convencionalismos o de deseos ajenos.”
Contracubierta o parte de la misma:
Helena
no sabe cómo sobreviven las familias cuando coinciden todos sus
miembros adultos bajo el mismo techo, pero está a punto de
averiguarlo. Decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos los
veranos de su infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar
la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. La pequeña
localidad a pie de los Pirineos ha permanecido casi inmutable en el
tiempo, con sus amables habitantes y sus gratos recuerdos. Un lugar
sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al
que había perdido de vista durante muchos años, y la vida deja de
ser tranquila en el pueblo. Quizá sea el momento de refugiarse en la
nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los
excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá
sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar
atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Ilustración
de la cubierta: Shutterstock