
Linh está viejo y cansado, ha
perdido todo y sabe que es imposible volver al pasado, ha huido de su país
porque está en guerra y sólo queda muerte y destrucción, pero conserva una
antigua fotografía, un saquito con tierra y, sobre todo, tiene a su nieta, debe
de ser fuerte por ella, es su razón de vivir. Su destino es un país extraño
donde nada le es familiar, ni los olores, ni la gente, ni el idioma. Él vivía
en una aldea con una sola calle de tierra, eran doce familias que se conocían y
saludaban. Ahora se encuentra en una gran ciudad con vehículos, ruidos, mucha
gente yendo siempre deprisa. Nada más llegar es llevado a una casa de acogida
donde comparte habitación con dos familias que le respetan por ser mayor, como
es costumbre en su cultura, pero que le ignoran. Es un refugiado que se refugia
en su nieta Sang Diu, y en la breve canción tradicional que le tararea
suavemente, y con la que él mismo siente paz. Por el bebé sale a la calle y
pasea, así de forma casual conocerá en un parque a un hombre, el señor Bark,
otra persona mayor y solitaria. No hablan el mismo idioma, pero los gestos o el
tono de voz les reflejan su estado de ánimo. Con una sonrisa se transmiten más
cosas que con palabras. Su cita en el banco del parque se convierte en un hecho
agradable y necesario, disfrutan de compartir unos momentos juntos. Uno al otro
se están dando mucho apoyo. Gracias a esta amistad para este extranjero el país
extraño empieza a tener una cara, un olor y una voz familiar.
Es una corta historia llena de
pequeños detalles con muchísimo significado. La cual, más que nada, me ha
sorprendido por su final, a la vez que en su conjunto me ha entristecido y
conmovido. Nos acerca al drama de las guerras, del exilio y de los refugiados,
unido a la desesperanza de las personas, a la soledad de la vejez, a la
necesidad de los humanos por agarrarnos a algo para sobrevivir, a intentar
encontrar un sentido a la vida y una razón para existir. Tremendos los
sentimientos que nos transmite el personaje del señor Linh después de una vida
con tantas derrotas y con tantas huidas, viéndose obligado a alejarse de muchas
cosas, sintiéndose en ocasiones como un animal acorralado. Preguntándose porqué
le han quitado su libertad, si él no ha cometido ningún delito, por tanto ese
edificio donde vive no debería ser una prisión, pero como tampoco está enfermo,
no puede ser un hospital, entonces porqué le aislan del resto del mundo. Siente
tristeza, nostalgia y vacío en su interior. Su único alivio es su nieta que le
recuerda a su hijo y a su nuera, porque le llevan hasta el recuerdo de su
propia mujer.
Aunque también he encontrado una
gran belleza en la descripción paso a paso de la amistad que se fragua entre
los dos hombres, que sin hablar ni entender el mismo idioma se comunican más
que toda esa gente que va de un lado a otro de la ciudad ignorándose como si
fueran ciegos y sordos. Hasta me ha salido alguna sonrisa cuando pronuncian la
única expresión que han aprendido del otro idioma.
No importa desconocer cual es el
país de origen o a cual llega, podemos imaginar uno u otro, lo importante es lo
que representa el señor Linh, todo lo que nos quiere decir el autor de forma
sutil, con la dureza justa, sin profundizar en el horror. Pero acercándonos con
sencillez los sentimientos más profundos del alma humana.
Philippe Claudel es un escritor
al que voy a continuar leyendo, me ha gustado su estilo literario. Como
curiosidad hace unos meses pasé un rato muy agradable viendo una película
francesa, “Silencio de amor”, dirigida por Philippe Claudel, de la que también
es su guionista, pero entonces no relacioné que director y escritor eran la
misma persona.
Algunas frases del libro:
“Pensar en la aldea, aunque sea
en pasado, es un poco como estar en ella, pese a saber que ya no existe, que
todas las casas fueron quemadas y destruidas, que todos los animales, perros,
cerdos, patos y gallinas, han muerto como la mayoría de sus habitantes, y que
los supervivientes se han dispersado por los cuatro rincones del mundo, como
él.”
“Está a miles de kilómetros de
una aldea que ya no existe, a miles de kilómetros de unas tumbas huérfanas de
sus cuerpos, muertos a unos pasos de ellas. Está a miles de días de una vida
que antaño fue hermosa y feliz.”
“Sí, se dice, puede que la vida
sea también esto. De vez en cuando un milagro, oro y risas, y de nuevo la
esperanza cuando crees que a tu alrededor todo es destrucción y silencio.”
Contracubierta o parte de la misma:
Una fría
mañana de noviembre, tras un penoso viaje en barco, un anciano desembarca en un
país que podría ser Francia, donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. El
señor Linh huye de una guerra que ha acabado con su familia y destrozado su
aldea. La guerra le ha robado todo menos a su nieta, un bebé llamado Sang Diu,
que en su idioma significa “Mañana dulce”, una niña tranquila que duerme
siempre que el abuelo tararee su nana, la melodía que han cantado durante
generaciones las mujeres de la familia. Instalado en un piso de acogida, el
señor Linh sólo se preocupa por su nieta, su única razón de existir hasta que
conoce al señor Bark, un hombre robusto y afable cuya mujer ha fallecido
recientemente. Un afecto espontáneo surge entre estos dos solitarios que hablan
distintas lenguas, pero que son capaces de comprenderse en silencio y a través de
pequeños gestos. Ambos se encuentran regularmente en un banco del parque hasta
que, una mañana, los servicios sociales conducen al señor Linh a un hospicio
que no está autorizado a abandonar. El señor Linh consigue, sin embargo,
escapar con Sang Diu y adentrarse en la ciudad desconocida, decidido a
encontrar a su único amigo. Su coraje y determinación lo conducirán a un
inesperado desenlace, profundamente conmovedor.
Traducción del francés de José Antonio Soriano Marco
Ilustración de la cubierta: Ric Ergenbright / CORBIS