Supe de este libro por una reseña de Laura del blog Leo y Comento.
Me sentí atraída por ese carácter intimista, por el título y por lo que ahí se
opinaba. Intuí que sería una novela que me haría aflorar muchos sentimientos, y
para mí es uno de los motivos por los que disfruto leyendo. Y así ha sido desde
la primera línea de este libro, ya en el primer capítulo, apenas dos hojas, me
ha hecho vibrar en mi interior muchas emociones. Qué forma tan bella de
describir una realidad que se percibe va a ser triste. Los recuerdos de Nerea
me han movido tanto por dentro... He tenido que ir parando la lectura al
terminar casi todos los breves capítulos, y sin apenas darme cuenta he cerrado
cada vez el libro tras un largo suspiro. Es tan bonito lo que he ido leyendo,
cierro los ojos y mis sueños también son en blanco y negro muchos años atrás.
Es una lectura que me ha llegado muy adentro por la forma en que Karmele transmite los sentimientos, con mucha sencillez habla de cómo es la vida, de dónde quedan los sueños que no se
hicieron realidad, de los fantasmas que nos persiguen, de la necesidad de
gritar, de la de ser libre, de enfrentarnos a las dificultades con entereza, de
cómo se desmonta nuestro día a día cuando surge un imprevisto, del estrés con que vivimos. Y la autora lo
hace intercalando el momento actual con fragmentos de otra vida, de hechos
desconocidos para Nerea, una treintañera, periodista y con una hija pequeña, que vive un
momento trascendental. Y es que las viejas historias del pasado pueden explicar
el presente, y de eso sabe la tía Dolores, lo mismo que la propia Nerea, a
quien le invaden constantemente recuerdos de situaciones similares.
Ahora que su madre no recuerda el presente, pero conserva datos del
pasado, Nerea descubrirá que hay un paralelismo en sus vidas, y es que hay
vivencias que dejan huella para siempre aunque las generaciones sean distintas.
El mar Cantábrico, Bilbao y su cielo gris por la industria, los
atentados terroristas, la emigración española en los años 60, la pérdida de
memoria, la conciliación familiar, un marido típico inglés, los amores pasados, son algunos de los temas que hallaremos en
esta bella historia llena de recuerdos de una vida, de una hija y de una madre, donde sin remedio he añorado
a la mía.
Algunas frases del libro:
“El tiempo como el mar, lo acaba devolviendo todo.”
“Porque lo que no se dice a tiempo no se llega a decir después, porque los abrazos que no se dan en vida, es imposible darlos después.”
“Pero tengo miedo de que el pasado caiga sobre mí como cae la lluvia. Porque como cuando llueve, algunas veces una maldita gota se nos cuela por el cuello y un escalofrío se apodera de todo el cuerpo. Y no quiero sentir escalofríos.”
Refiriéndose a las fotografías “son instantes robados a la vida que ahora posan olvidados en una balda del armario llenos de polvo, delante de la enciclopedia”
Contracubierta o parte de la misma:
Una mujer yace en la cama de un hospital con la memoria a la deriva y su
hija observa impotente sus manos, posadas en las sábanas. La enfermedad de su
madre acaba por desequilibrar por completo la vida de Nerea, que transcurría ya
sobre un fino alambre, con un trabajo estresante y sin apenas tiempo para
compartir con su marido y su hija.
Imágenes en blanco y negro le perseguirán a partir del descubrimiento de
un suceso vivido por su madre años atrás, y le hablarán de lo desconocidas que
pueden ser las personas con las que convivimos y de la similitud de sus
preocupaciones.
Como curiosidad este viernes 27 de septiembre estrenan una película
basada en este libro, dirigida por Mireia Gabilondo y protagonizada por Vicky
Peña.