Un libro es una ventana al mundo y a la imaginación. Con la
lectura puedes viajar y soñar. En esta
novela conoceremos de primero mano algunos aspectos de la ciudad de Nueva York
que contribuirán a sentirla y visualizarla de una forma muy personal gracias a
la experiencia de la propia autora, quién vivió largas temporadas allí.
Son muchos los Nueva Yores que hay en Nueva York, y Elvira
Lindo ha paseado por todos o casi todos ellos, porque se ha movido a diario por
dentro de su barrio y de otros barrios, no ha realizado turismo, lo que le ha
producido cercanía emocional, sintiéndose integrada, creándole curiosidad y
ganas de continuar descubriendo lugares, llegando a sentirse como si volviera a
su barrio madrileño, a la cercanía de unos seres humanos con otros, a añorar
ese deseo de establecerse, vivir tranquila y prosperar.
Es una ciudad en la que todo puede suceder, hasta detalles
cotidianos que aparecen en las películas norteamericanas, y que por
inverosímiles que parezcan son reflejo de una realidad. Como las barras de los
bares que son lugares para sentir la cercanía de otros seres humanos que
también están solos.
Nueva
York es tolerante con los portadores de sueños y a la vez es la ciudad de los
sueños rotos.Es una ciudad poblada de nómadas, donde las amistades no pueden ser estables, pero a pesar de la distancia los estadounidenses saben mantener el afecto, están acostumbrados desde muy jóvenes a vivir lejos de sus seres queridos.
La autora nos describe, mas bien diría que humaniza, una
ciudad que ya considera la suya, comparte sus impresiones que van unidas a su
carácter y su forma de ser. Intercala algunos guiños literarios, sobre todo, de
Salinger y su libro “El guardián entre el centeno” (reseña aquí). Nos cuenta las
conversaciones con su hijo Miguel de escribir un libro sobre Nueva York con
dibujos algo retro entre la narración. Y entre mis manos he tenido, leído y
visualizado el resultado, porque Elvira Lindo lo ha escrito y Miguel lo ha
ilustrado.
Este libro es un homenaje a una ciudad y a unos lugares que
forman parte de su vida, y de la de su marido, Antonio Muñoz Molina, al que
nombra en numerosas ocasiones. Con él y su libro “Ventanas de Manhattan” (reseña aquí) también
“viajé” hace unos veranos a los lugares más personales de Nueva York.
Son dos
libros diferentes, cada uno tiene el estilo y los rasgos de su autor, ambos me
han gustado, pero recuerdo más gratamente las muchas ventanas que nos describe
Muñoz Molina.
Algunas frases del libro:
“Manhattan me hizo entender el mundo a través de los puntos
cardinales.”
“Pasión por los lugares de barrio que resumen el ir y venir de los días, que albergan encuentros vecinales, detienen un poco el tiempo y nos protegen de la vida a la intemperie.”
“Soy neoyorkina por la familiaridad que siento ya con la ciudad y soy extranjera porque no tengo raíces aquí.”
“Pero ahora creo que es difícil encontrar un lugar en el que los seres humanos, tan furiosamente individuales y tan sometidos a la rudeza de un mundo para el que hay que ser de acero, logren levantar la cabeza una y otra vez, con una voluntad de no rendirse por completo que sobrecoge.”
“Es sólo
un bar pero esta ciudad ama todo aquel lugar en el que se propicia la relación
entre seres humanos.”
Contracubierta o parte de la misma:
Elvira
Lindo recorre en estas páginas aquellos lugares de Nueva York que tienen algo
especial, escenarios que evocan situaciones personales o que pertenecen a
nuestro imaginario colectivo. A partir de una conversación con un desconocido
en el barrio de Queens, Elvira Lindo se retrata a sí misma a medida que descubre rincones de Nueva York en las calles
por las que caminaron Salinger, Lorca o Louis Amstrong. Al hacerlo, nos revela
la esencia de algunos lugares que existen todavía y otros que permanecen en el
corazón.