Recuerdos del verano del 53 a través de los ojos de un joven Manuel de diecisiete años. Una mezcla de ficción y realidad. El retrato de una época que el propio autor vivió, sin llegar a ser una autobiografía, en un escenario muy conocido para él, Benicàssim y sus alrededores, bajo la luz del Mediterráneo.
Quiere ser escritor, y es aconsejado por uno de los personajes, el doctor Aymerich:
“Recordé los consejos del doctor Aymerich. ¿Qué necesidad tenía de imaginar nada? Podía describir el hotel Voramar con todo detalle, los azulejos de Manises con la rosa de los vientos en la entrada, las lámparas de globo con volutas doradas, los muebles, las alfombras, las cortinas floreadas, las ninfas de escayola, el león que guardaba la escalinata, las conversaciones anodinas de los veraneantes sentados en la terraza frente al mar y a mí mismo contemplando desde la terraza de la habitación el rodaje de la película”. “Si vas a ser escritor escribe historias reales con palabras sencillas que te suenen verdaderas al oído, cosas que hayan sucedido a tu alrededor, que hayas visto o te hayan contado o que hayas imaginado después de haberlas gozado o sufrido”. “A mi edad debería probar primero a escribir poemas. La narración exigía más experiencia. Tenía que vivir más, sufrir más, gozar más, haber reído y llorado más, haber sido golpeado por la vida para llevar esas heridas a las novelas”.
Describe a los diferentes personajes que pasan el verano en el Hotel Voramar, contando algunas de las historias personales de estos, como la de María, un relato desgarrador sobre la posguerra. La de Gabriel Casamediano y Paula Jaramillo, una eterna historia de amor. O la de Lydia, una adolescente con una enfermedad degenerativa, que es su primer amor. Y las historias de Ricardo Seisdedos, llamado Richard el Guapo, y el viejo coronel en la reserva Alberto Morata. Son pequeños relatos dentro de la novela.
“Muchas cosas aprendí aquel verano de 1953...en este lugar donde pasé una encrucijada de mi primera juventud. También se cruzaron en mi vida aquel verano una ideas y unos sentimientos que me harían crecer por dentro”.
Contracubierta o parte de la misma:
Verano de 1953. Un hotel balneario en la playa. Durante las vacaciones un joven aprendiz de escritor ensaya allí sus primeras armas. Algunos clientes del Voramar, un asesino, un viejo doctor barojiano, un pez gordo franquista, un coronel navegante, un anciano en silla de ruedas que recibe todavía cartas de amor, forman parte de la galería de personajes. Entre ellos se mueve una turista francesa adolescente, llamada Brigitte Bardot. Todavía no es conocida, pero en esta playa española ya causó escándalo su bikini rojo. En la terraza del Voramar permanecen también los recuerdos de cuando fue hospital de sangre de las Brigadas Internacionales en la guerra civil y por su ámbito campan las sombras de los escritores John Dos Passos y Dorothy Parker, del cantante de blues Paul Robeson, que pasaron por allí. Aquel verano de 1953 se rodaba en el Voramar una película ambientada en la época de entreguerras y por la terraza se movían también los figurantes, señoras con corpiños y pamelas, caballeros con sombreros de paja dura y cuellos de porcelana.
Imagen de la cubierta: Hotel Voramar