Esta novela fue publicada en el año 2004 por las hijas de Irène Némirovsky. La autora murió en 1942 en un campo de concentración, mientras sus dos hijas consiguieron, no sin muchas dificultades, sobrevivir al horror de aquellos años, durante todo ese tiempo guardaron junto a ellas el manuscrito de esta novela.
Conociendo la biografía de Irène Némirovsky y habiendo leído este libro, entre otras cosas, puedo decir que siento admiración por esta mujer. En esta edición es imprescindible leer el prólogo y los apéndices, en donde encontraremos la información necesaria para reconocer el valor de esta obra, incluye notas manuscritas sobre la situación de Francia y su proyecto Suite francesa, extraídas de su cuaderno, y correspondencia de 1936 a 1945, de ella y diversas personas de su entorno.
La idea de la autora era que tuviera cinco partes, tan sólo pudo escribir dos, Tempestad en junio y Dolce, habiendo anotaciones de lo que hubiera podido ser la tercera.
Describe los días previos y posteriores a la ocupación alemana de París, de Francia, empieza en junio de 1940. Una realidad escrita por una mujer, Irène Némirovsky, que fue testigo de estos acontecimientos, narrando los hechos como si pasasen en una película, sencillamente cuenta lo que le pasa a la gente, ella misma dice: “Los hechos históricos sólo hay que
rozarlos, mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y, sobre todo,
en la comedia que eso ofrece”.
Y lo consigue, porque conoceremos las vicisitudes de
diferentes personajes que son una muestra de la sociedad francesa de la época,
casi una crítica, desde la alta burguesía hasta el pueblo llano. Quienes unidos
por el horror de los acontecimientos, la desesperación de la huída sin tener
certeza adónde iban, la locura producida por el hambre, el miedo y el
cansancio, nos mostrarán hasta dónde puede llegar la condición humana. En estas
certeras descripciones acabaremos metiéndonos en la piel de todos ellos,
burgueses y campesinos.
Es una historia intensa que transmite el horror, el dolor,
la desesperación, la angustia y la ansiedad. Descritos con todo detalle, tanto
que incluso hay un capítulo dedicado a un gato, con quien compartiremos ese
momento concreto de su vida.
Veremos las dos caras, la de los vencidos y la de los
vencedores. Una vez ocupada Francia la convivencia entre civiles franceses y
soldados alemanes consiguió establecer algunas relaciones humanas entre
invadidos e invasores. En sus corazones la muerte y la guerra no existen. El
odio y el amor se entremezclan. Incluso nos encontramos con la descripción y
reflexión sobre los sentimientos de una francesa hacia un alemán que
sencillamente son un hombre y una mujer, y se aman.
La guerra había cambiado demasiadas cosas pero no la
libertad de pensar.
Resulta chocante la visión tan humana que da la autora de
los alemanes, sobre todo, conociendo como acabó ella. Pero esto produce más
grandeza a esta novela. Relata hechos y situaciones que vio, vivió y sintió,
descritos sin ningún ápice de odio sino tal y como sucedieron, dándonos ejemplo
de tolerancia. Aunque sino hubiera muerto en 1942, antes de terminar la guerra,
seguramente las tres partes de la novela que nunca escribió hubieran tenido
otro tono.
Algunas frases del libro:
“Es muy probable que todos suframos en nuestro corazón
porque las desgracias públicas están hechas de una multitud de desgracias
privadas.”
“París tenía su olor más dulce, un olor a castaños en flor y
a gasolina, con motas de polvo que crujen entre los dientes como granos de
pimienta. En las sombras, el peligro se agrandaba. La angustia flotaba en el
aire, en el silencio. Las personas más frías, las más tranquilas habitualmente,
no podían evitar sentir aquel miedo sordo y cerval. Todo el mundo contemplaba
su casa con el corazón encogido y se decía: mañana estará en ruinas, mañana ya
no tendré nada. No le he hecho daño a nadie. Entonces, ¿por qué?. Luego, una
ola de indiferencia inundaba las almas: ¿Y qué más da? ¡No son más que piedras
y vigas, objetos inanimados! ¡Lo esencial es salvar la vida!.”
“No soporto este desorden, estos estallidos de odio, el
repugnante espectáculo de la guerra. Me iré a algún rincón tranquilo en el
campo. Viviré con los cuatro cuartos que me quedan hasta que el mundo recobre
la cordura.”
“No sentían desesperación propiamente dicha, sino más bien
una especie de incapacidad para comprender, un estupor como el que, cuando
estamos soñando, experimentamos en el momento en que las tinieblas de la
inconsciencia van a disiparse, en que el día se acerca, en que lo presentimos
en que todo nuestro ser se dirige hacia la luz, en que pensamos: No es más que
una pesadilla, voy a despertar.”
“--¿Ya se ha firmado el armisticio?
El alemán abrió los brazos.
--Todavía no lo sabemos. Eso esperamos. – respondió.
Y la resonancia humana de aquellas palabras, de aquellos
gestos, que demostraban que el alemán no era un monstruo sediento de sangre
sino un soldado como los suyos, rompió de golpe el hielo entre el pueblo y el
enemigo, entre el campesino y el invasor.”
“Todo esto pasará. La ocupación acabará. Llegará la paz, la
bendita paz. La guerra y el desastre de 1940 no serán más que un recuerdo, una
página de la Historia, nombres de batallas y tratados que los estudiantes
recitarán en los institutos. Pero yo recordaré este ruido sordo de botas
golpeando el suelo mientras viva.”
“Todos sabemos que
el ser humano es complejo, múltiple, contradictorio, que está lleno de
sorpresas, pero hace falta una época de guerra o de grandes transformaciones
para verlo. Es el espectáculo más apasionante y el más terrible del mundo. El
más terrible porque es el más auténtico. Nadie puede presumir de conocer el mar
sin haberlo visto en la calma y en la tempestad.”
Contracubierta o parte de la misma:
El
descubrimiento de un manuscrito perdido de Irène Némirovsky causó una auténtica
conmoción en el mundo editorial francés y europeo. Novela excepcional escrita
en condiciones excepcionales, Suite francesa retrata con maestría una época fundamental
de la Europa del siglo XX. En otoño de 2004 le fue concedido el premio
Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido.
Imbuida
de un claro componente autobiográfico, Suite francesa se inicia en París los
días previos a la invasión alemana, en un clima de incertidumbre e
incredulidad. Enseguida, tras las primeras bombas, miles de familias se lanzan
a las carreteras en coche, en bicicleta o a pie. Némirovsky dibuja con
precisión las escenas, unas conmovedoras y otras grotescas, que se suceden en
el camino: ricos burgueses angustiados, amantes abandonadas, ancianos olvidados
en el viaje, los bombardeos sobre la población indefensa, las artimañas para
conseguir agua, comida y gasolina. A medida que los alemanes van tomando
posesión del país, se vislumbra un desmoronamiento del orden social imperante y
el nacimiento de una nueva época.
La
presencia de los invasores despertará odios, pero también historias de amor
clandestinas y públicas muestras de colaboracionismo. Concebida como una
composición en cinco partes —de las cuales la autora sólo alcanzó a escribir
dos— Suite francesa combina un retrato intimista de la burguesía ilustrada con
una visión implacable de la sociedad francesa durante la ocupación. Con
lucidez, pero también con un desasosiego notablemente exento de
sentimentalismo, Némirovsky muestra el fiel reflejo de una sociedad que ha
perdido su rumbo. El tono realista y distante de Némirovsky le permite componer
una radiografía fiel del país que la ha abandonado a su suerte y la ha arrojado
en manos de sus verdugos. Estamos pues ante un testimonio profundo y conmovedor
de la condición humana, escrito sin la facilidad de la distancia ni la
perspectiva del tiempo, por alguien que no llegó a conocer siquiera el final
del cataclismo que le tocó vivir.
Traducción de José Antonio Soriano Marco