Yo confieso que aunque este libro lo tenía en la lista de pendientes fue
la reseña de Marilú del blog Cuentalibros quien definitivamente me convenció.
Posteriormente una buena amiga me lo regaló y teniéndolo en la estantería tan
al alcance de la mano, como el niño de la cubierta, como no rendirse a sus
páginas.
También confieso que cuando empecé a leer este libro me sentí un poco
desconcertada, confundida y perdida, porque no entendía el hilo de la
narración, volvía hacia atrás y releía, llegando a pensar en abandonar la
lectura, pues en la edición que tengo son 859 páginas y pensaba ¡uf! Si todo es
así... Preguntándome qué pintaban Aguila Negra y el Sheriff Carson entre tantos
personajes, y en qué época se desarrollaba esta historia. Hasta que en un
momento determinado, más o menos por la página 100, empecé a entender el
contexto, al haber intercalado un texto en presente. Y poco a poco con una
lectura muy atenta y pausada, apoyándome en la muy útil guía del final para
ubicar algún personaje y su época, fui adentrándome en profundidad en una gran
obra cuyo autor ha tenido mucha maestría al escribirla.
Narrada en primera persona por Adrià, natural de Barcelona, nacido en
1946. Recuerda su vida desde la infancia, más o menos desde los 7 años, cuando
se escondía detrás del sofá de su casa en el despacho de su padre o pasaba
tiempo en su tienda de antigüedades. Para él su padre era un misterio y su vida
estaba llena de ellos. Nunca recibía un beso de él. Nunca hubo amor en su casa.
Ni entre sus padres. Su casa era silencio. Ni su casa ni su familia eran aptas
para niños. Su infancia fue rara, él era raro. Tiene su infancia grabada como
si fueran cuadros de Hopper. Con la misma soledad misteriosa. Fue un niño
solitario e infeliz con unos padres insensibles. El padre quería que se
dedicara al estudio de la historia y de las lenguas, su madre al violín. Tan
sólo tenía un apoyo en Aguila Negra y el Sheriff Carson, sus pequeños
compañeros inseparables. Y en su amigo Bernat, una amistad de toda la vida,
quien si fue violinista profesional, y compartieron juntos el amor por la
música. También tuvo un primer amor, Sara, se conocieron ella con 17 y el con
23, es la persona que iluminó su vida, sin poder olvidarla. Cuando entró en la
universidad quería ser historiador de las ideas, estudió historia, filosofía,
lingüística, teología, idiomas, aprendió como diez distintos, tenía ansia por estudiarlo
todo. Desde su infancia cuando era un observador en su casa y aprendía de lo
que veía y escuchaba, pues siempre tuvo interés en comprender el mundo y la
vida. Lo que le hizo profundo e inteligente.
Todo el libro es una narración de sus hechos y sus temores, va reuniendo
fragmentos de recuerdos, un repaso a su vida. Quiere contar muchas cosas y se
pierde en divagaciones, escribe a chorro pasando de un lugar a otro según le
dicta la memoria. Así viajaremos por todo el siglo XX, pero también retrocederemos
en el tiempo remontándonos a los siglos XIV, XV, XVII y XVIII. Porque son muchos los personajes y muchos los argumentos. Y aunque, como
he dicho al principio, parece un poco de lío, cuando finalizas esta larga
lectura todos los personajes y todas las épocas quedan encajadas.
Entremezcladas hay unas pocas páginas escritas en letra cursiva que se refieren
al presente y completan el rompecabezas. Por cierto, para redondear todavía más
los detalles del contenido de esta novela los títulos de los capítulos están en
latín, desde el I A capite... hasta el último VII ...usque ad calcem, de la
cabeza a los pies.
Me ha llamado la atención que Adrià y Sara se ven por primera vez en el
Café Le Condé de París, lugar donde se desarrolla la novela “En el café de la
juventud perdida” de Patrick Modiano.
Tampoco olvidaré porque me ha parecido impactante en el capítulo IV
subcapítulo 24 la equiparación de dos personajes, el inquisidor general del
siglo XIV y un comandante de Auschwitz, en el relato se superponen los dos
personajes, casi fusionándose en sus papeles de quienes con seis siglos de
diferencia cometían las mismas barbaridades aniquilando personas.
Y formando parte de esta novela, entonando un mea culpa, en esa larga
carta dirigida a Sara para que esté viva aunque sólo sea en este relato, hay
una reflexión sobre el azar, sobre que somos una casualidad, o no, o tal vez ya
esté todo definido, aunque al no creer en Dios, es difícil creer en el destino,
como así nos cuenta Adrià en su confiteor.
Algunas frases del libro:
“Yo fui una mera consecuencia circunstancial de su vida.”
“Parece mentira que las cosas más inocentes puedan dar pie a las tragedias más impensables.”
“Si Hopper decía que pintaba porque no lo podía decir con palabras, yo lo escribo con palabras porque, aunque lo estoy viendo, soy incapaz de pintarlo.”
“Creo que las personas recorremos un camino de ida y luego volvemos a los inicios. En la vida del hombre siempre hay un punto de retorno a los orígenes, si no se interpone la muerte.”
“La felicidad siempre estaba ante uno, al alcance de la mano, pero inalcanzable.”
“El infierno siempre está preparado para entrar en cualquier rincón de nuestra alma.”
“Hace tantos siglos que la crueldad está presente que la historia de la humanidad sería la historia de la imposibilidad de la poesía después de.”
“A veces no entiendo por qué la humanidad se relaciona a porrazos habiendo, como hay, tantas cosas por hacer. A veces pienso que somos malvados antes que poetas y por eso no tenemos remedio. El problema es que nadie tiene las manos limpias. Poquísimos, mejor dicho.”
Contracubierta o parte de la misma:
Si la tienda de antigüedades de la familia es todo un universo para el
niño Adrià, el despacho de su padre es el centro de ese universo y su tesoro
más preciado un magnífico violín storioni, en cuyo estuche aún se aprecia la
sombra de un crimen cometido muchos, muchos años atrás.
La infancia y la adolescencia de Adrià, llena de preguntas sin
respuesta, está dedicada al estudio de la historia y de las lenguas, siguiendo
los deseos paternos, y a la práctica del violín, tal y como quiere la madre,
hasta que la muerte del padre le sume en un estado de culpabilidad que
impregnará su existencia y puebla su mundo de turbios secretos que le
acompañarán toda la vida.Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
Fotografía de la cubierta: Xabier Mendiola