El
libro tiene dos partes, la primera está narrada por un personaje que
bien podría ser el propio Erri de Luca y habla de cuando le
encargaron traducir del yidish unos libros del escritor Israel
Yehoshúa Singer, hermano del premio Nobel de literatura Isaac
Bashevis Singer. Por lo que explica como surgió su interés por
aprender ese idioma, que tuvo que ver con el 50 aniversario de la
insurrección del gueto de Varsovia, 1943-1993. Y su visita a aquella
zona y a un campo de concentración. Haciendo referencia a las
terribles barbaridades del nazismo. También nombra el posterior
juicio de Nuremberg, donde nadie habló en yidish. Y recomienda los
versos en esa lengua de Itzhak Katzenelson en su libro “El canto
del pueblo judío” como claro exponente de la destrucción de los
judíos en Europa.
La
segunda parte está narrada por una mujer, quien ha decidido escribir
su caso por si alguien lo entiende mejor que ella. Cuenta que su
padre fue un criminal de guerra que supo guardarse bien las espaldas,
que fue un fugitivo que pasó de vencedor a vencido tras la derrota
de Alemania. Primero huyó a Italia, de allí a Argentina, más
concretamente a la Patagonia, para regresar a su Viena natal. Y con
otro nombre trabajó de cartero, casándose con una mujer 20 años
más joven, y la tuvieron a ella. Como familia “normal” pasaban
los veranos en Ischia y los inviernos en el Tirol. De niña no supo
nada pero un día su madre les abandonó y de golpe a sus 20 años se
enteró de la verdad, que era hija de un criminal de guerra.
Lo
he leído casi de un tirón, pues es corto, pero al terminarlo estaba
un tanto descolocada con la historia, así que lo he vuelto a leer
prestando más atención, y he visto detalles que en la primera
lectura se me habían pasado por alto. Ambas partes, por llamarlo de
alguna manera pues no hay capítulos numerados ni nada por el estilo,
parecen inconexas y, sobre todo, la primera desconcierta un poco, por
lo que acabas prestando más atención a la segunda que parece tener
más sentido. Pero ya he dicho que en la segunda lectura extraje
mucho más, vi la conexión entre ambas, y como se complementan, más
la relevancia de los temas tratados y la forma de exponerlos el autor
para llevarnos a los lectores a reflexionar y a debatir sobre los
sentimientos y actitudes de un oficial nazi que logró huir y quedar
impune del genocidio de los judíos.
Algunas frases del libro:
“Si
se refieren a personas, para mí los números han de escribirse en
letras. Las cifras son adecuadas para toda contabilidad, excepto para
las vidas humanas. Para éstas son necesarias las letras.”
“Un idioma no muere con tal de que una sola persona en el mundo lo mueva entre el paladar y los dientes, lo lea, lo balbucee, lo acompañe con un instrumento de cuerda.”
“Quien forma parte de una historia está enredado en su interior. Necesita una mano que, desde fuera, se la desenmarañe.”
Contracubierta o parte de la misma:
Desde
la caída del régimen nazi que tanto luchó por defender, un viejo
criminal de guerra repite una y otra vez la misma frase: “El crimen
del soldado es la derrota”. Su hija, en cambio, cree que hay
crímenes injustificables, como los de su padre.
Después
de escapar de los Aliados, adopta otra identidad y se convierte en
cartero, un vulgar padre de familia. Él vive obsesionado con que lo
reconozcan, atormentado por el motivo del fracaso nazi. Ella ha
crecido buscando la ligereza: ser hija de un asesino es vivir
atrapada bajo el peso de una roca. Ambos tienen una cita con el
destino.
Traducción
del italiano por Carlos Gumpert
Otro
libro de este autor reseñado en este blog: “Tú, mío” (enlace
aquí)