Al final del libro hay un
apartado titulado “Al otro lado del hielo”, el cual es imprescindible para
comprender mejor el desarrollo de esta novela, de dónde y con quién se ha
documentado la autora para escribir estas historias repetidas y parecidas a
tantas otras anónimas.
Combina la historia de
dos familias, de varias generaciones, alternando el pasado y el presente. Dando
mucha información y datos sobre cada personaje, por lo que es conveniente
hacerse un árbol genealógico.
A partir del
fallecimiento de Julio Carrión González, un hombre que se hizo a sí mismo. Y
por una pura coincidencia, al ver Álvaro Carrión a una extraña en el entierro
de su padre, se forma una cadena de acontecimientos triviales, casuales. Hasta
ese momento para Álvaro su familia son sus padres y sus hermanos. No sabe nada
de su pasado. No tiene recuerdos familiares. Ahora tendrá que redefinir a su
padre. Y necesitará tiempo para entender, interpretar y aceptar los nuevos
datos sobre él.
En la otra familia uno de
los ejes es Raquel Fernández Perea, quien sí tiene recuerdos desde niña, conoce
lo que vivieron sus padres y sus abuelos, manteniendo una relación especial con
su abuelo Ignacio Fernández Muñoz, juntos vivieron un episodio misterioso,
extraño y que, entonces, siendo pequeña no entendió, pero no ha podido olvidar
al hombre que hizo llorar a su abuelo.
Almudena Grandes habla de
viejas historias familiares, frustraciones, esperanzas, guerra, drama, derrota,
exilio, vencedores, vencidos, refugiados, traición, regreso. Historias
españolas descritas con abundantes metáforas, dejando sensaciones de añoranza y
nostalgia.
Nos cuenta el significado
del verbo “volver” para los españoles que vivían en París u otros lugares.
Personas que perdieron muchas cosas en su vida, echándolas de menos, con el
miedo a no pertenecer a su ciudad, como si fueran ciudadanos provisionales de
ninguna parte. También estaban los que tuvieron que tomar decisiones en unas
circunstancias terribles.
En la actualidad Álvaro y
Raquel se enfrentan por una parte a descubrir el pasado de su familia y, por
otra, a curar heridas que no se han cerrado. Siempre habrá demasiada gente,
vivos o muertos, alrededor de ellos. Forman parte de una historia antigua, que
es difícil de valorar para nadie que no la viviese, porque ¿qué habríamos hecho
en una situación tan difícil, con tanto odio? ¿qué hubiéramos hecho en la
España del 36?
Hacía tiempo que quería
leer esta novela, me gusta la escritura de Almudena Grandes, además, había
leído en otros blogs que “El corazón helado” es uno de sus mejores libros. Lo
había ido posponiendo más que nada por la gran extensión, algo más de 900
páginas, lo que también me ha hecho dejar en la lista de espera, por esas
manías propias como lectora, sus nuevas historias que tratan temas similares,
como “Inés y la alegría”, “El lector de Julio Verne” y “Las tres bodas de
Manolita”, que los tres forman parte de la serie “Episodios de una guerra
interminable”, y creo que le faltan por publicar otros tantos para completarla.
Ahora, ya leída y
empezando a madurar en mi interior, ha sido una magnífica lectura, donde he ido
conociendo poco a poco a cada personaje, con los datos adecuados para que me
fuese sorprendiendo, para que me emocionase con las vivencias de cada uno, para
que estas historias españolas me hiciesen pensar en mis padres, en mis abuelos,
para que el silencio y el miedo de tantos años tuviesen nombre y apellidos,
aunque sean los personajes de una novela.
Algunas frases del libro:
“Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón” Antonio Machado
“Le enseñó que una ciudad
puede ser algo más que un conjunto de calles con casas donde vive la gente.”
“Es curioso cómo cambian
las cosas, ¿no? Por un lado, una familia como la tuya, que vivía en esta
ciudad, en una casa como ésa, y lo perdió todo. Por otro, un hombre como mi
padre, hijo de un pastor de ovejas, dueño de su rebaño pero un simple pastor al
fin y al cabo, y de una maestra de escuela que no tenía donde caerse muerta,
que se crió en un pueblo de la sierra, que ni siquiera fue a la universidad, y
se hizo tan rico como para comprar edificios enteros. Todo en dos generaciones,
en tres, y tú y yo aquí, ahora...”
“Eso era lo único que les
quedaba, la cultura. Educación, educación y educación, decían, era como un
lema, una consigna repetida muchas veces, la fórmula mágica para arreglar el
mundo, para cambiar las cosas, para hacer feliz a la gente. Lo habían perdido
todo, habían salido adelante trabajando en puestos que estaban muy por debajo
de sus capacidades, academias, panaderías, centralitas telefónicas, pero les
quedaba eso. Siempre les quedó eso.”
Contracubierta o parte de la misma:
El día de su muerte,
Julio Carrión, prestigioso hombre de negocios cuyo poder se remonta a los años
del franquismo, deja a sus hijos una fortuna considerable pero también una
herencia de sombras, con muchos puntos oscuros en su pasado. Nunca le gustó
recordar su juventud, ni sus peripecias en la División Azul. En su entierro, en
marzo de 2005, su hijo Álvaro, el único que no ha querido dedicarse a los
negocios familiares, se sorprende por la presencia de una mujer joven y
atractiva, a la que nadie reconoce y que tal vez fue la última amante de su
padre. Raquel Fernández Perea, por su parte, hija y nieta de exiliados
republicanos en Francia, conoce muy bien el pasado de su familia, sus
frustraciones y esperanzas, y no ha podido olvidar el episodio más misterioso
de su infancia, la extraña visita en la que acompañó a su abuelo, recién
regresado a Madrid, a casa de unos desconocidos con los que intuyó que existía
una deuda pendiente. Ahora, el azar hará que Álvaro Carrión y Raquel Fernández
Perea se conozcan y se sientas atraídos sin remedio. Así descubrirán hasta qué
punto sus viejas historias familiares son capaces de proyectarse en sus propias
vidas, donde se entrecruzan y convergen de manera dramática.