El hilo conductor de esta novela es una chocolatera de porcelana blanca, con capacidad para tres tazas (3 jícaras), seguramente fabricada en Sèvres, Y que tiene debajo una inscripción que pone: “Je suis à Madame Adélaïde de France”. Conocer quién era Madame Adélaïde y el cómo esta antigüedad ha llegado a la Barcelona actual lo sabremos con tres relatos que transcurren del presente hacia el pasado, hasta llegar al momento de su fabricación tres siglos atrás.
Son
historias independientes, pero entrelazadas de alguna manera por las
diferentes manos por las que va pasando la chocolatera. Me ha
parecido original esta estructura de novelas cortas y su cronología
al revés, pues por una parte me ha hecho disfrutar de tres
interesantes y documentados relatos, y por otra irme fijando en cada
ocasión a quien pertenecía la chocolatera en ese viaje en el
tiempo.
Aparte
como curiosidades he encontrado un guiño a Amadeo Lax, personaje de
su libro “Habitaciones cerradas” (reseña aquí). Y hacia el
final un capítulo con formato de obra de teatro.
También
está muy bien ambientada cada parte según la época en que
transcurre, tanto por el entorno y la vida en la ciudad, como por el
comportamiento de los personajes, acorde a las costumbres de cada
momento. Que por cierto unos son ficticios y otros son reales, tal y
como indica la autora en un índice al final. Haciéndonos testigos
de la evolución a lo largo de los años de la sociedad, las clases
sociales, más la propia fabricación del chocolate.
Algunas frases del libro:
“Enseñar
a quien quiere aprender es un privilegio.”
“Es curioso cómo las cosas forman parte de nuestra vida igual que si fueran seres vivos.”
“Los recuerdos no cuestan dinero, pero son nuestro tesoro más preciado.”
“¿De quién son las cosas perdidas? ¿De quién son los objetos que alguien amó, cuando esa persona se va para siempre?”
“Los libros son la mejor compañía, ¿no creéis? Las palabras sabias y hermosas que recolectamos en ellos nos convierten en mejores personas.”
Contracubierta o parte de la misma:
Tres
mujeres, tres siglos y la misma chocolatera de exquisita porcelana
blanca:
Sara:
propietaria de un apellido que en Barcelona es sinónimo de
chocolate, se enorgullece de dar continuidad a la tradición heredada
de sus padres.
Aurora:
hija de una sirvienta de una familia burguesa del siglo XIX, para
quien el chocolate es un producto prohibido.
Mariana:
esposa del fabricante de chocolate más famoso del siglo XVIII,
abastecedor de la corte francesa e inventor de una máquina
prodigiosa.
Otros libros de esta autora reseñados en este blog: “La ruta del huracán” (enlace aquí), “Habitaciones cerradas” (enlace aquí)