Este
libro, junto con los dos anteriores “Una madre” (reseña aquí) y
“Un perro” (reseña aquí), tiene unos personajes magníficos,
desde la gran Amalia, pasando por sus tres hijos: Silvia, Emma y Fer,
hasta la siempre añorada abuela Ester, y en esta ocasión también
formarán parte de sus vidas: Magalí, la tía Inés y Oksana. Sin
olvidar a la perrita Shirley y el perro Rulfo.
El
narrador continua siendo Fer, y la estructura sigue la misma línea
de ir contando el momento presente combinándolo con hechos pasados,
que van complementando lo que está sucediendo a la vez que añade
información sobre cada uno de los personajes. Por lo que esta novela
se podría leer de forma independiente, pero de verdad que aconsejo
leer antes las dos anteriores, sobre todo si Amalia conquista tu
corazón.
Y
es que el personaje de Amalia es especial en todos los sentidos,
tiene su léxico particular, y habla y habla liándose, siendo mejor
que ella sola salga del embrollo de palabras, del que a veces sale
intentando confundir con una treta de niña, y otras veces soltando
preguntas sin ton ni son, es como un torbellino, lo que provoca
diversas reacciones en los demás. Pero precisamente sus meteduras de
pata, sus torpezas y sus despistes, que tanto descolocan a los
desconocidos, junto a su energía y su alegría, son parte esencial
de como es ella cien por cien. Una mujer que cuando se divorció a
los sesenta y pico años se descubrió totalmente, a partir de ese
momento todo era aventura, ganas de vivir, de participar, de estar.
Junto
a sus hijos más que una familia son vida, risas y llantos. Con
miradas iluminadas que tanto expresan, que lo dicen todo. La relación
madre e hijos, al igual que la que tienen los tres hermanos, desborda
complicidad. Con situaciones inolvidables, tiernas y dolorosas,
llenas de momentos especiales, con subidas y bajadas de ánimo,
llevándote de la tristeza a la alegría y viceversa, con doble
sentido, pero sobre todo como mucho amor.
Y
entre tanto barullo de sentimientos me ha encantado todavía más
cuando en la página 43 describe que hace un día espléndido, de
primavera que huele a verano, y combina el sentido del olfato y de
la vista para resucitar recuerdos.
También
es tremendo el pasado, y no menos el presente, de Magalí, argentina
de nacimiento, y como en pocas líneas hace referencia a algunas
páginas de un pasado común. Temas que aunque aparezcan de manera
breve son tan importantes como el resto de asuntos que trata en mayor
o menor medida.
Así
como cada uno de los personajes tienen momentos que también los hacen
únicos y especiales.
Haciendo
que esta novela (al igual que las anteriores) la haya leído poco a
poco, porque deseaba saborear más tiempo cada párrafo, cada frase,
cada palabra, pues está escrita con mucho corazón. Pues se suceden
emociones de todo tipo que remueven nuestro interior.
Alejandro
Palomas, ya te lo dije en la Feria del Libro de Valencia, gracias por
haber creado estos personajes, por haber sabido transmitir de una
forma tan bella esta vorágine de sentimientos. Y me apunté muy bien
tu recomendación de que lea “El tiempo que nos une”, ya te
contaré.
Algunas frases del libro:
“Desde
que vive sola el silencio no la acompaña bien y le alarga demasiado
los días.”
“Y mientras las distintas instantáneas de mamá desfilan como un Power Point sobre una pantalla, entiendo que todos, mamá incluida, somos muchas cosas a la vez: grandes y pequeñas verdades, grandes y pequeñas dudas, niveles solapados de bondad, supervivencia, imaginación, carencias y ganas de que los nuestros estén con nosotros, de que no dejen de sentirnos nunca parte importante de nuestra historia común, del laberinto compartido que habitamos.”
“Los ausentes, los que están sin estar y los que estuvieron pero ya no son.”
“Y de pronto, por primera vez en casi cuarenta años, entendí lo difícil que debía de ser esa maternidad suya, y sé que lo entendí porque lo sentí en el pecho, sentí el eco de la voz de mamá en el esternón, y sentí también que era eso, que ese eco de ella en mi plexo es lo que une a madres e hijos, que no es la sangre compartida sino esa reverberación aún más potente, como si nuestro esternón fuera también suyo y viviéramos compartidos.”
“Solo los supervivientes entendemos que la vida no es lo que es, sino lo que sentimos al recordarla.”
“La risa une mucho.”
Contracubierta o parte de la misma:
El
único anhelo de Amalia, una entrañable mujer de setenta y largos
años, albina, despistada y con un uso del lenguaje un tanto
peculiar, es velar “a toda costa” por la felicidad de sus dos
hijas, Silvia y Emma, y especialmente por la de fer, el menor de los
tres hermanos. Al reducido universo familiar se suma tía Inés,
ausente de la vida de su gran amiga Amalia desde que ésta decidió
divorciarse y que, recién enviudada, ha vuelto para quedarse.
Por
imperativos burocráticos, la boda de Emma coincide en el calendario
con el cumpleaños de Amalia. Sin más opción, los cinco deciden
celebrar la boda por la mañana y trasladarse después a una casa de
turismo rural para pasar allí el fin de semana, pero la noche
anterior una funesta coincidencia cae como una bomba sobre el mapa
familiar, resquebrajándolo.
Ilustración de la cubierta: Randomagus
Otro libro de este autor reseñado en este blog: “Un hijo” (enlace aquí)