Allan Karlsson es un anciano que
ha visto mucho mundo y ha vivido innumerables experiencias a lo largo de su
extensa vida, nacido en Suecia en 1905, el día que cumple 100 años decide
fugarse por una ventana de la residencia en la que vive porque quiere dejar
atrás su vida anterior. A partir de ese instante una larga lista de sucesos
marcarán un nuevo cambio en su existencia.
Tras el encuentro fortuito con
una maleta empezará una aventura en la que Allan no estará solo, se verá
acompañado por un ladrón de tres al cuarto, un vendedor de salchichas y una
mujer con una mascota un tanto diferente. Entre todos conseguirán que Aronsson,
un policía solitario, encadene una serie de indicios que den fuerza al caso que
está investigando, y mantengan en vilo a medio país.
Para este abuelo tan peculiar una
frase de su padre “las cosas son como son y así seguirán siendo” define su
filosofía de vida. Una vida caracterizada por la soledad. Siempre ha sido una
persona con suerte, de las que tienen siete vidas. Que sabe lo que hace, sin
haber dedicado tiempo a pensar las cosas antes de hacerlas. Y que le gustan las
conversaciones normales, sin política ni religión. Su sueño es ir a algún lugar
donde pueda tomar una copa de aguardiente sin tener que oír discursos
políticos.
Alternando el presente, 2005,
relatado día a día, con el pasado, desde 1905, en períodos de tiempo de varios
años, conoceremos todas sus peripecias y los curiosos relatos de su vida,
dejando pasmados a sus nuevos amigos y, por supuesto, a nosotros los lectores,
con sus increíbles historias, esas que nos llevarán a viajar por medio mundo
desde Suecia, España, EEUU, China, Himalaya, Irán, Rusia, Corea hasta Balí, y
con referencias estrafalarias a personajes históricos por todos muy conocidos,
dándonos una versión un tanto grotesca de parte de la historia del siglo XX.
Es un libro divertido,
sorprendente, misterioso, difícil de predecir, con escenas buenísimas e
inolvidables, donde Allan Karsson es todo un personaje, con una fuerte
personalidad y una vida sencilla, que no ha cambiado nada desde su infancia y
juventud, una figura que más de una vez me ha recordado a otro grandísimo
personaje, esta vez de película, Forrest Gump, porque ciertas respuestas son su
tipo.
La cubierta con esa fotografía y
el título tan largo y especial son para no olvidar, pero su contenido con el
relato de una vida de 100 años de un personaje al que le iría muy bien aquello
de “vive y deja vivir”, y cada una de sus experiencias, a cual más
rocambolesca y estrambótica, son los ingredientes esenciales para pasar un rato
entretenido de lectura, que podría terminar con un “Colorín colorado, este
cuento se ha acabado”. Y quién lo haya leído sabrá por qué.
Algunas frases del libro:
“Las cosas son como son y así
seguirán siendo”.
“Allan pensó que, por lo visto,
era un rasgo común en todos los líderes mundiales que quisieran invitarlo a
comer en cuanto se sentían satisfechos por algo.”
“Porque si algo había aprendido
Allan a lo largo de su vida era que la gente se empeñaba en pensar de una
manera u otra.”
“Allan Karlsson no exigía gran
cosa de la vida. Le bastaba una cama, comida suficiente, algo que hacer y, de
vez en cuando, una copita de aguardiente. Si tenía eso, era capaz de soportarlo
casi todo.”
“La armonía suprema se hallaba en
una tumbona a la sombra de un parasol en un país de clima soleado y cálido
donde te sirvieran bebidas de todo tipo.”
“Pero si pensamos en positivo
seguro que todo se arreglará.”
“La vida había sido emocionante
de principio a fin, pero no hay nada que dure para siempre, salvo, tal vez, la
estupidez generalizada.”
Contracubierta o parte de la misma:
Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a la ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer bus, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan, ¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia. Pero Allan Karlson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.
Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a la ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer bus, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan, ¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia. Pero Allan Karlson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.
Ilustración de la cubierta: T. Archibald / Getty Images / S. Zygart
Al calor de los libros os desea Feliz Año Nuevo 2013