Premio Gran Angular 2003
Una historia de amor y amistad, protagonizada por cuatro adolescentes, en primer plano Irene y Tomi, y en un segundo plano Yárchik y Tesa.
El padre de Irene, que es neurólogo, quiere investigar sobre la enfermedad que sufre Tomi, el Síndrome de Williams, enfermedad que cree tuvo Mozart, para ello se traslada con su familia a pasar el verano a un pueblo de Asturias, y convence a su hija para que conozca a Tomi y se hagan amigos sin que sospeche nada. A partir de este momento se crea un vínculo muy especial entre los dos adolescentes, que se comunican a través de la música. Irene para tener 17 años da muestras de mucha madurez, y ante todo quiere proteger a su amigo, y por eso antes le pide consejo a sus amigos Yárchik y Tesa que a sus padres. Tiene miedo que a Tomi le cambien su vida, cree que la decisión a de ser suya.
El libro no está dividido en capítulos utilizando la forma habitual, sino que entrelaza y separa la narración destacando una frase.
Algunos pensamientos de Irene:
“No sé quién soy, ni cuando vivo ni cuando leo, cuando robo horas al sueño para devorar libros y libros que, mientras los leo, me permiten al menos alejarme de mí misma y de las exigencias de perfección de mis padres. En los libros descubro al menos otras vidas más humanas, personajes a los que nadie les marca el camino, que viven su existencia y sus aventuras al azar o por su propia voluntad, con pasiones y secretos, con fallos, pecados y defectos”.
“Con apenas cuatro años, Irene había abandonado la televisión. No la veía nunca y se sentía muy orgullosa de ello. Había demasiadas cosas encerradas en los libros, en los discos, en las partituras, en las cuerdas de su violín o incluso en las teclas del amargo piano, como para perder el tiempo viendo una pantalla vacía”.
“Se dio cuenta de que aquella nota, una respuesta clara a su andante, había sido el principio de un diálogo”.
“Yo misma sentía que el mundo desaparecía mientras tocaba. Entonces sólo había música”.
“Su amigo, gracias al violín y la armónica, a la música”.
“Pero no era la belleza lo que le atraía de él, sino toda aquella música dormida en su interior. Anhelaba conocerle más de cerca para poder nadar en su música, para tratar de entender el mundo como fuera que lo entendiera él, desde la música”.
“Soy feliz, no quiero irme de aquí, pero no sé qué hacer, tengo miedo a lo que puede pasar, y por eso te llamo”.
Durante un verano en un pueblo de Asturias, Irene conoce a Tomi, un chico muy especial con un gran talento. Irene descubre, en un apasionado diálogo a través de la música, que Tomi tiene el mismo síndrome que pudo tener Mozart.
Una historia de amor y amistad, protagonizada por cuatro adolescentes, en primer plano Irene y Tomi, y en un segundo plano Yárchik y Tesa.
El padre de Irene, que es neurólogo, quiere investigar sobre la enfermedad que sufre Tomi, el Síndrome de Williams, enfermedad que cree tuvo Mozart, para ello se traslada con su familia a pasar el verano a un pueblo de Asturias, y convence a su hija para que conozca a Tomi y se hagan amigos sin que sospeche nada. A partir de este momento se crea un vínculo muy especial entre los dos adolescentes, que se comunican a través de la música. Irene para tener 17 años da muestras de mucha madurez, y ante todo quiere proteger a su amigo, y por eso antes le pide consejo a sus amigos Yárchik y Tesa que a sus padres. Tiene miedo que a Tomi le cambien su vida, cree que la decisión a de ser suya.
El libro no está dividido en capítulos utilizando la forma habitual, sino que entrelaza y separa la narración destacando una frase.
Algunos pensamientos de Irene:
“No sé quién soy, ni cuando vivo ni cuando leo, cuando robo horas al sueño para devorar libros y libros que, mientras los leo, me permiten al menos alejarme de mí misma y de las exigencias de perfección de mis padres. En los libros descubro al menos otras vidas más humanas, personajes a los que nadie les marca el camino, que viven su existencia y sus aventuras al azar o por su propia voluntad, con pasiones y secretos, con fallos, pecados y defectos”.
“Con apenas cuatro años, Irene había abandonado la televisión. No la veía nunca y se sentía muy orgullosa de ello. Había demasiadas cosas encerradas en los libros, en los discos, en las partituras, en las cuerdas de su violín o incluso en las teclas del amargo piano, como para perder el tiempo viendo una pantalla vacía”.
“Se dio cuenta de que aquella nota, una respuesta clara a su andante, había sido el principio de un diálogo”.
“Yo misma sentía que el mundo desaparecía mientras tocaba. Entonces sólo había música”.
“Su amigo, gracias al violín y la armónica, a la música”.
“Pero no era la belleza lo que le atraía de él, sino toda aquella música dormida en su interior. Anhelaba conocerle más de cerca para poder nadar en su música, para tratar de entender el mundo como fuera que lo entendiera él, desde la música”.
“Soy feliz, no quiero irme de aquí, pero no sé qué hacer, tengo miedo a lo que puede pasar, y por eso te llamo”.
Durante un verano en un pueblo de Asturias, Irene conoce a Tomi, un chico muy especial con un gran talento. Irene descubre, en un apasionado diálogo a través de la música, que Tomi tiene el mismo síndrome que pudo tener Mozart.
Enlace a una entrevista a Gonzalo Moure