Una
novela de las recomendables, de las que empiezas a leer y no puedes
dejar de hacerlo, pues los hechos que van sucediendo te absorben.
Situaciones ficticias junto a otras históricas, acontecimientos que
no dejan indiferente, que ponen al límite la condición humana, que
nos recuerdan momentos terribles de la primera mitad del siglo XX en
Europa. Unido a un relato que mantiene la tensión y la intriga, que
va dosificando la información de los personajes, haciendo que la
lectura te enganche.
La
historia transcurre entre dos espacios temporales, empieza con un
prólogo en el año 2001, continua con tres partes: El lobo flaco,
Cartas amarillas y Silencio. Donde intercala los años 2001 y 2002
con otro relato que empieza en 1933. Para terminar con un epílogo
que abarca del 2010 al 2014. Pero no son tramas diferentes, sino que
se complementan. El pasado es lo que marca el presente, y dejará
huella en el futuro.
Empieza
con virulencia, con el secuestro y muerte de un menor que traerá
malas consecuencias para su madre, Laura, una policía que parece
tomar la justicia por su mano. Y que con su suicidio regresará a la
vida de su hermano Gonzalo. Pues años atrás se distanciaron porque
a su madre, Esperanza pero antes se llamó Catherina, no le gustó un
artículo que Laura escribió sobre su padre, desmitificando al héroe
Elías Gil.
Precisamente
la narración que se inicia en 1933 es para ponernos en antecedentes
de este personaje, quien fue a Rusia como ingeniero, pero por un
chivatazo es enviado a los campos de Siberia. En este punto es
tremenda la descripción de la barbarie que vivieron los miles de
deportados desde el momento que subieron en el tren que les llevó
desde Moscú a Tomsk, donde Elías perderá un ojo a manos de Igor
Stern, por no querer dar su abrigo, y conocerá a Irina y a su
pequeña hija Anna, personajes que marcarán su destino y el de sus
descendientes, y una batalla personal que parece no tener fin.
Hasta
la llegada y estancia en la isla de Názino, un infierno inimaginable
pero terroríficamente real. Que seguramente hizo que Elías perdiera
la brújula de si mismo, o también pudo ser en la guerra civil
española, o en los campos para exiliados republicanos en Argelès
(Francia), o en las batallas contra los alemanes en la segunda Guerra
Mundial. Situaciones muy difíciles, en ocasiones trágicas que
despertaron al monstruo para herir aquello que más amaba.
Un
pasado con el que Gonzalo, un abogado de mediana edad, casado y con
dos hijos, se irá topando según vaya tirando de los hilos que le ha
dejado su hermana Laura. Demostrando ambos que tienen el carácter
combativo de su padre.
En
esa búsqueda de identidad se va a encontrar con rencores, odios,
secretos, traiciones, supervivencia a costa de otros, cobardías,
decisiones desesperadas, maldad, abusos, mentiras, promesas no
cumplidas, vidas construidas con engaños. Un pasado que todos se
empeñaban en silenciar. Junto con un complejo entramado de negocios
sucios capitaneado por la mafia rusa, la Matrioshka.
Es
una trama complicada que tiene sitio para personajes que pasan algo
desapercibidos pero que van jugando papeles decisivos, como Luis
(ex-marido de Laura), Agustín González (suegro de Gonzalo), Siaka
(un confidente), Atxaga (un caso del bufete de Gonzalo). Y otros con
algo más de protagonismo que unen el pasado y el presente como Ramón
Alcázar y su hijo Alberto, Vassilii Velichko, Tania. Diferentes
tramas unidas bajo el hilo conductor de Elías Gil, desaparecido en
1967, pero cuya memoria le pesaba a Laura. Sola no podía luchar
contra toda la maldad del mundo, y sus esfuerzos solo son una gota en
el océano, pero “¿Qué es el océano, sino un millón de gotas?”
Algunas
frases del libro:
“Miró
a su hijo con un brillo de nostalgia que solo llega al final de una
vida vivida.”
“Todo
se pone en marcha con un simple gesto. La primera gota que cae es la
que empieza a quebrar la piedra, ¿no es cierto?”
“Era
curiosa la memoria; se olvidan acontecimientos primordiales y se
recuerdan detalles insignificantes.”
“Uno
no deja de ser lo que es aunque se disfrace de otra cosa.”
“A
veces podemos perder lo importante por defender lo que para otros es
insignificante.”
“La
memoria es algo prodigioso. Inventa como quiere el relato de una
vida, utiliza lo que le conviene y desecha lo que le estorba, y es
como si nada hubiese existido...”
“La
verdad se moriría cuando los últimos que la vivieron ya no
existieran.”
“Así
avanzaba el mundo, despacio, con pequeños gestos heroicos y
estériles. De generación en generación.”
Contracubierta
o parte de la misma:
Gonzalo
Gil es un abogado metido en una vida que le resulta ajena, en una
carrera malograda que trata de esquivar la constante manipulación de
su omnipresente suegro, un personaje todopoderoso de sombra muy
alargada. Pero algo va a sacudir esa monotonía.
Tras
años sin saber de ella, Gonzalo recibe la noticia de que su hermana
Laura se ha suicidado en dramáticas circunstancias. Su muerte obliga
a Gonzalo a tensar hasta límites insospechados el frágil hilo que
sostiene el equilibrio de su vida como padre y esposo. Al
involucrarse decididamente en la investigación de los pasos que han
llevado a sus hermana al suicidio, descubrirá que Laura es la
sospechosa de haber torturado y asesinado a un mafioso ruso que
tiempo atrás secuestró y mató a sus hijo pequeño.
Pero
lo que parece una venganza es solo el principio de un tortuoso camino
que va a arrastrar a Gonzalo a espacios inéditos de su propio pasado
y del de su familia que tal vez hubiera preferido no afrontar.
Tendrá
que adentrarse de lleno en la fascinante historia de su padre, Elías
Gil, el gran héroe de la resistencia contra el fascismo, el joven
ingeniero asturiano que viajó a la URSS comprometido con los ideales
de la revolución, que fue delatado, detenido y confinado en la
pavorosa isla de Názino, y que se convirtió en personaje clave,
admirado y temido, de los años más oscuros de nuestro país.