Es
la experiencia personal del autor al trasladarse a vivir a Roma
durante un año, que además coincidió con su reciente paternidad.
El
libro está divido en cuatro partes: otoño, invierno, primavera,
verano. Por lo que el título original, “Four seasons in Rome”,
para mi es más lógico.
Aunque
se supone que durante su estancia debería escribir un libro, que
posteriormente resultaría ser “La luz que no puedes ver” (reseña
aquí), pero la fascinación que empieza a sentir por la ciudad le
hace pasar el tiempo que está en la Academia Americana de las Artes
y las Letras leyendo a Plinio en vez de escribir.
Por
lo que el relato de este libro se centra en las sensaciones que le
produce la ciudad, los monumentos, los rincones. Producidas por su
faceta de observador de la gente, de las calles, de los edificios.
Resultando curioso (y totalmente real) como desde el principio hace
eco del caos de tráfico en Roma (ciertamente es una locura).
También
da la casualidad de que en el momento en que está viviendo allí se
produce la muerte del papa Juan Pablo II. Convirtiéndose el autor en
testigo directo del suceso, y por tanto transmite todo lo que vio y
sintió.
A
su vez una parte importante de este libro son las aventuras y
desventuras de ser padres primerizos de gemelos. Pues comparte el día
a día, las noches en vela, los progresos en ese primer año de vida.
Con todo lo que conlleva y con multitud de momentos en los que en
cierta manera me he sentido identificada (soy madre de mellizas).
Y
en ese relato de su vida diaria también refleja el ser
estadounidenses en Italia, las diferentes costumbres, la complejidad
del idioma distinto, lo que le lleva a situaciones chocantes.
Está
muy bien como explica el que sus percepciones durante ese año son
infinitas, y van desde el acontecimiento más importante hasta el más
mínimo detalle de algo que tal vez solo contempló durante un
segundo. Lo que le llevó a cambiar su actitud y sentimientos, pues
cuando supo que iba a ir un año a Roma le preocupó como sería
adaptarse de la antigua vida a la nueva. Y el resultado de su
experiencia tendió la balanza hacia el lado positivo.
Y
esas buenas sensaciones las ha sabido reflejar en la narración de
esta historia, haciendo la lectura amena, mientras nos paseamos por
la ciudad eterna.
Algunas frases del libro:
“Pienso:
Idaho ya nunca me parecerá lo mismo. Pienso: Igual lo que reluce en
el aire sobre esta ciudad son almas, ascendiendo de esta misma tierra
en número tan elevado que resultan visibles, el viento las revuelve,
las arrastra cincuenta kilómetros hacia el oeste y las posa sobre
las brillantes llanuras del mar Tirreno.”
“Las normas son tan enrevesadas y exasperantes que casi resultan hermosas. Que es como son aquí las cosas. Llevamos viviendo en Roma cuatro meses y a estas alturas sigo sin entender cuándo se supone que debo de pagar el café en un bar.”
“¿Y qué hay de Roma? Roma es preciosa, Roma es fea. Hay algo en esta ciudad que exacerba los contrastes, las incongruencias y las contradicciones, un enorme anuncio de Levi's que ondea en la fachada de una iglesia de cuatrocientos años de antigüedad, un borracho dormido en el tranvía con zapatos de 300 dolares.”
“Quien diga que los adultos sabemos prestar atención mejor que los niños se equivoca: estamos muy ocupados filtrando el mundo, centrándonos en alguna tarea, sin prestar la más mínima atención. Nuestros hijos son los que se pasan el día entero descubriendo nuevos continentes.”
“Roma es inmensa; Roma es diminuta.”
Contracubierta o parte de la misma:
El
día que nacieron sus dos hijos, Anthony Doerr supo también que
había sido galardonado con el Premio Roma, una de las más
prestigiosas distinciones otorgadas por la Academia Americana de las
Artes y las Letras.
Gracias
a su dotación, Doerr pudo vivir en la capital italiana con su recién
acrecida familia durante un año. A lo largo de este tiempo, Doerr
leyó a Plinio, a Dante, a Keats; visitó las calles y plazas más
bellas del mundo y asistió al mayor funeral de la historia, el del
papa Juan Pablo II, entre biberones, pañales y noches en vela, los
secretos de la paternidad.
Traducción de Eduardo Iriarte
Título
original: Four seasons in Rome
Fotografía de la cubierta: Keith Rolleston / Arcangel
Otros libros de este autor reseñados en este blog: “Sobre Grace” (enlace aquí) y “La luz que no puedes ver (enlace aquí)
Me encantó La luz que no puedes ver, pero este que nos traes no me llama demasiado.
ResponderEliminarBesos.
Hola!! Pues me apunto a ese paseo por Roma
ResponderEliminarY ver cómo se las apañan en la ciudad con la familia. Me gustan estas historias y el estilo del autor del que he leído sus dos novelas.
Besos
Hola! No conocía este libro y aunque no soy mucho de memorias lo cierto es que el autor me gusta así que no descarto leerlo.
ResponderEliminarUn saludo!
Es que Roma fascina... No es un libro que de primeras me tentara pero me has conseguido despertar la curiosidad.
ResponderEliminarBesotes!!
Me encantó "La luz que no puedes ver" y me encanta Roma, creo como el autor que es inmensa y diminuta, caótica y maravillosa. Tiene que ser muy tenso eso de tener gemelos. Si ya cuesta con uno, no me quiero marinar lo que pueden ser dos a la vez, claro que las alegrías también serán mucho mayores.
ResponderEliminarUn beso.
No conocía ni el libro ni el autor. Pero creo que este libro podría gustarme, a ver si cuando todo esto pase me cruzo con él y puedo leerlo. Muchos besos.
ResponderEliminarHola, no he leído nada del autor aunque la luz que no puedes ver lleva tiempo en mi lista de pendientes. Me llevo también este y leeré el que encuentre primero. Besinos.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarDe este no había leído críticas antes, pero me has convencido, me lo apunto.
Gracias^^
¡Un saludo!
No lo conocía pero no me acaba de convencer. Esperaré alguna propuesta que me guste más, pero gracias por la reseña
ResponderEliminar