Es una historia corta pero intensa, ágil de lectura pero con frases que te hacen parar a reflexionar, llena de sentimientos pero con una parte de aventuras.
Este libro es un elogio a la naturaleza, un homenaje al Amazonas.
Al principio del libro hay una nota del autor que dice:
"Cuando esta novela era leída en Oviedo por los integrantes del jurado que pocos días más tarde le otorgaría el Premio Tigre Juan, a muchos miles de kilómetros de distancia e ignominia una banda de asesinos armados y pagados por otros criminales mayores, de los que llevan trajes bien cortados, uñas cuidadas y dicen actuar en nombre del progreso, terminaba con la vida de uno de los más preclaros defensores de la amazonía, y una de las figuras más destacadas y consecuentes del Movimiento Ecológico Universal.Esta novela nunca llegará a sus manos, Chico Mendes, querido amigo de pocas palabras y muchas acciones, pero el Premio Tigre Juan es también tuyo, y de todos los que continuarán tu camino, nuestro camino colectivo en defensa de este el único mundo que tenemos"
La novela nos cuenta como Antonio José Bolívar Proaño tiene que solucionar la tragedia que ha causado un gringo al haber matado a los cachorros de un tigrillo y herido al macho, dejando a la hembra enloquecida de dolor y a la caza del hombre. Entre tanto vamos conociendo a este personaje, sus inquietudes, sus pensamientos, sus sentimientos. Y junto a él vamos sabiendo de otros personajes como su mujer (Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñçan Otavalo), el alcalde (apodado la Babosa porque no para de sudar), el dentista (doctor Rubicundo Loachamín), los shuar (indígenas). Todos forman parte de ese pequeño mundo donde vive, un pequeño pueblo, El Idilio, en la selva amazónica. Un lugar tranquilo y hermoso que de vez en cuando se ve alterado por los buscadores de oro y esos gringos que quieren dominar la selva “poderosas lenguas avanzaban desde occidente hurgando en el cuerpo de la selva.”. “Unos colonos que destrozan la selva construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto.”Este libro es un elogio a la naturaleza, un homenaje al Amazonas.
Al principio del libro hay una nota del autor que dice:
"Cuando esta novela era leída en Oviedo por los integrantes del jurado que pocos días más tarde le otorgaría el Premio Tigre Juan, a muchos miles de kilómetros de distancia e ignominia una banda de asesinos armados y pagados por otros criminales mayores, de los que llevan trajes bien cortados, uñas cuidadas y dicen actuar en nombre del progreso, terminaba con la vida de uno de los más preclaros defensores de la amazonía, y una de las figuras más destacadas y consecuentes del Movimiento Ecológico Universal.Esta novela nunca llegará a sus manos, Chico Mendes, querido amigo de pocas palabras y muchas acciones, pero el Premio Tigre Juan es también tuyo, y de todos los que continuarán tu camino, nuestro camino colectivo en defensa de este el único mundo que tenemos"
Antonio José Bolívar Proaño es un hombre cuidadoso, organizado y sencillo, sabe leer pero no escribir, y empieza a interesarse por los libros, esta inquietud le lleva a irse durante cinco meses a otra ciudad donde la maestra lo acoge y pone a su disposición la pequeña biblioteca, allí define sus gustos literarios. “Por fin, luego de revisar toda la biblioteca, encontró aquello que realmente deseaba. “El Rosario”, de Florence Barclay, contenía amor, amor por todas partes. Los personajes sufrían y mezclaban la dicha con los padecimientos de una manera tan bella, que la lupa se le empañaba de lágrimas.”
Me ha gustado esta novela que, como ya he comentado, se lee enseguida, habiéndome dejado una buena sensación porque al personaje principal le coges simpatía y cariño, y porque deja bastante clara la situación del Amazonas. Es un libro sencillo, hermoso y con mensaje.
Destacaría el último párrafo que me ha parecido un buen resumen de los sentimientos del protagonista, así como también resaltaría las muchas palabras que se usan en Sudamérica: cuajarones, babosada, guarisapo, achiote, guatusa, capibara, cuy, chonta, mamacita, hurgahocicos, palpalenguas,... Un lenguaje que le da riqueza al texto.
Algunas frases del libro:
“Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.”
“Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.”
“Nunca pensó en la palabra libertad, y la disfrutaba a su antojo en la selva.”
“La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos.”
“Fue el descubrimiento más importante de toda su vida. Sabía leer.”
“Antonio José Bolívar Proaño dormía poco. A lo más, cinco horas por la noche y dos a la hora de la siesta. Con eso bastaba. El resto del tiempo lo dedicaba a las novelas, a divagar acerca de los misterios del amor y a imaginarse los lugares donde acontecían las historias.”
"Al revisar los textos de geometría se preguntaba si verdaderamente valía la pena saber leer, y de esos libros guardó una frase larga que soltaba en los momentos de mal humor: "La hipotenusa es el lado opuesto al ángulo recto en un triángulo rectángulo". Frase que más tarde causaba estupor entre los habitantes de El Idilio, y la recibían como un trabalenguas absurdo o una abjuración incontestable."
“Tengo nombre de gringo. Onecén es el nombre de un santo de los gringos. Aparece en sus moneditas y se escribe separado con una letra “te” al final. One cent.”
“Esa paz que debía cuidar porque de ella dependían los momentos placenteros frente al río, de pie ante la mesa alta, leyendo pausadamente las novelas de amor.”
Contracubierta o parte de la misma:
Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos aprendió a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -«del verdadero, del que hace sufrir»- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado las crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.
Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos aprendió a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -«del verdadero, del que hace sufrir»- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado las crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.