Aunque
son libros independientes y se pueden leer por separado, mi consejo
es que se lea previamente “Una madre” (reseña aquí). Pues en
esta nueva historia, Alejandro Palomas, retoma a los personajes de
aquella entrañable historia, Amalia, sus hijos Fer, Silvia y Emma,
la abuela Ester, y hace referencias a Ingrid, al tío Eduardo, a Max,
y a los demás. Con el añadido de que tanto aquella novela como esta
son de las imprescindibles.
Ha
vuelto a parecerme sorprendente como consigue el autor llevar al
lector de las escenas divertidas, casi hilarantes, protagonizadas por
Amalia, con esa actitud de niña de casi 70 años, y su verborrea
imparable, produciendo escenas que hacen saltar la risa, como la
presentación en familia de John, el yerno, o la de la consuegra,
Hermione, y sobre todo cuando Amalia se monta una rocambolesca
historia tras ver una escena de una mujer (a la que llama Chus) y
unos galgos.
Y
de estos instantes que rozan el absurdo y la propia risa de Amalia se
hace contagiosa y anima a acompañarla, siendo una risa que alivia.
Giramos 180 grados para llegar a la profundidad de sus sentimientos,
de su disposición hacia sus hijos, de mostrar como tiene dominada la
situación aunque no lo aparente, y maravillarnos de esa forma tan
particular de entender a sus hijos, el como está aunque parezca que
no esté.
La
historia está estructurada en cuatro capítulos, cuyos títulos
tienen su propio significado:
Libro
primero: Cuando cambia el viento y queda la luz.
Libro
segundo: Esa gran balsa de pequeños naufragios.
Libro
tercero: Ese pequeño hueco en el tiempo.
Libro
cuarto: Un perro y una madre.
Está
narrado en primera persona por Fer. Quien espera una llamada muy
importante en un cafetería cuando aparece su madre. Y la
conversación de ambos le lleva a recuperar recuerdos, mientras viven
nuevas situaciones en el momento presente.
Y
es que el comportamiento de esta mujer es tremendo, tiene reacciones
casi ridículas, habla mezclando temas sin orden ni concierto, tiene
salidas inexplicables, aunque sus preguntas y comentarios son lógicos
y sencillos. Y es que esta madre en acción es una bomba de
relojería, pero todo lo hace por el bien de sus hijos. Y a pesar de
que ve poco, cuando ve, lo ve todo. Y si ella se hunde se va al
garete la balsa en la que están todos. En los últimos años ha
aprendido que la única manera de que las cosas no se nos pierdan es
nombrándolas. Pero para poner nombre a lo que importa hay que ser
valiente, y casi nunca lo somos.
Y
para Fer es su amarre. Pues ha tenido baches en su vida, y desde que
perdió a su perro Max sin poder despedirse de él, sin pasar el
duelo, tiene miedo a querer y que no dure. Pues el cupo de ausencias
es demasiado grande.
Mientras
Silvia y Emma continúan atrapadas por el pasado, tomando decisiones
en el presente que tal vez no sean las que necesitan.
Y
aunque cada uno haya naufragado en ocasiones pero siempre ha podido
salir otra vez a flote. Pues se rescatan entre ellos. A pesar de que
les cuesta decirse las cosas y de que haya algún que otro secreto.
Cada uno está presente en la vida de los otros. Y ese contacto y
compañía va generando las piezas del rompecabezas familiar, del que
también forma parte R, un cachorro que da título a este libro. Y en
el que siempre está presente el recuerdo de la abuela Ester y de sus
frases.
Algunas
frases del libro:
“Los
demás no son tú, porque casi nunca son ellos mismos.”
“Cuando más queremos, más cuesta perdonar, porque el miedo al dolor repetido es también mayor y porque cuando alguien muy querido nos falla, la vida se derrumba entera, el niño que hay dentro se queda desnudo y todo duele más.”
“Las respuestas a las heridas más profundas suelen llegar cuando lo que somos queda definitivamente atrás y las explicaciones ya no sirven para calmar el dolor, sino para integrarlo en lo que somos o fuimos.”
“A mamá hay que hablarle con el código Amalia, lo demás es jugársela.”
“Las familias giran alrededor de lo que se dice y lo que no se dice, de lo que se dijo a tiempo y evitó catástrofes que lamentar y de lo que se dijo cuando no procedía y causó males que cicatrizaron mal y que tardaron generaciones en sanar.”
“Nadie nace para morir tan joven estando vivo.”
Contracubierta o parte de la misma:
Me gustó mucho Una madre y tengo este pendiente. Un beso ;)
ResponderEliminarA mí Palomas me encanta y fue todo un placer reencontrarme con esta familia tras Una madre y eso que, como le comenté a él en una charla que pudimos compartir, nunca salgo indemne de sus lecturas y tengo que pagar un peaje emocional con ellas.
ResponderEliminarBesos.
Te paso por encima que quiero leerlo este fin de semana.
ResponderEliminarBesos
Me encantó este libro y, sí, mucho mejor leer antes "Una madre"
ResponderEliminarBesos
Leí "Una madre" hace unos meses y me gustó mucho así que en cualquier momento me animo con este. Y es que, como dices, el personaje de Amalia es cautivador.
ResponderEliminarAbrazo!
La verdad es que reunirse de nuevo con esta familia es un placer, cada uno a su manera aporta y saber de qué es de sus vidas es casi como saber la de un amigo la que hace tiempo que no ves.
ResponderEliminarBesos